Desván de Antonio Guzmán Capel |
“Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo
irrecuperable y de lo azaroso.” (J.L Borges)
A
medida que pasan y cumples los años, es inevitable echar de vez en cuando la
vista atrás, y repasar la vida como si de una pequeña moviola se tratase.
Yo creo que a los niños esto no les pasa, tal
vez porque tengan en su haber más futuro que pasado.
Los
recuerdos deambulan por los insondables y misteriosos recovecos del cerebro, se
cruzan, se chocan, y nos devuelven ecos de nuestra propia existencia, como si miles
de piezas de un puzle se trataran, y que desvelaran el dibujo de la historia de nuestra
vida.
(Y sólo nosotros sabemos si las piezas van encajando bien).
EN EL ZAQUIZAMÍ
A
veces regreso al tiempo
de
jugar con las muñecas
a
las espinillas, tránsito,
de
niñez a adolescencia,
a
los veranos dorados
a
los inviernos de escuela,
a
los besos robados
por
un novio cualquiera.
Al
tiempo de azahares
de
entregas nuevas,
a
la vida de amante
sin
marcarse fronteras.
El
tiempo es un polvo dorado
que
va cubriendo las formas,
pátina
son los recuerdos
que
su paso deja.
Tal
es lo que nos queda
de
nuestra pequeña historia,
del
discurrir de la vida
en
el zaquizamí de la memoria.